Miyo Vestrini (Nimes, Francia, 27 de abril de 1938, Venezuela, 29 de noviembre de 1991).
Periodista y poeta venezolana francesa, nacida en Nimes, Francia en 1938, muere por voluntad propia en 1991 en Venezuela. Su vida transcurre en Venezuela y todo su devenir profesional como periodista comienza en la ciudad de Maracaibo. Perteneció a numerosos grupos de Vanguardia, entre otros Sardio y El Techo de la Ballena.
Cuando la muerte se enamora es muy difícil convencerla de que te deje un rato más. Ella se presenta en la tristeza, la vuelve abismo insondable, susurra al oído de quién la escuche. Se encuentra en la soledad secreta de los cuerpos sin espíritu. En la pobreza que transgrede y mortifica el cuerpo volviéndolo hambre pura, en el principio deseo y al final consumación, en la indescriptible ciénaga pantanosa de los deprimidos.
La muerte es amante de los seres sensibles como Miyó. Es una fiel entusiasta de la sangre de los poetas como Ramos Sucre y de escritoras como Virginia Wolf o Silvia Plath. Los seduce y los convence en su agonía frente al mundo. Les declara su amor permanente a las mujeres que luchan por ser libres y fieles a la voz eterna de la poesía. A aquellas que imploran contención de un amante. Se introduce en sus cuerpos, en sus almas. Les roba el espíritu y les declara abiertamente la posibilidad de llevarlas a otro lugar mejor.
¿Cuántas mujeres poetas no han sido suicidas?
¿Cuántas no se han abrazado al filo de la liberación del sufrimiento? Después de buscar y buscar apasionadamente, al calor de la pasión del mundo, del sexo, en la ilusión de la utopía. ¿O es que podremos olvidar alguna vez a Camille Claudel que hasta en la muerte fue despreciada?
A veces nos sorprenden con sus dulces rostros y sus palabras directas, sin melindres, como cuchillos filosos que demuestran al mundo su herrumbre y su dolor.
Se empeñan en leer, en escribir, en exhibir de muchas formas la necesidad del abrazo, del beso, del extasis en la entrega.
Muchas ven marchar a sus amantes con los restos de sus cuerpos entre las manos dejándolas solas, necesitadas de placer, caricias, de ternura, de afecto.
¿Quién conoce las profundidades abisales de una suicida?
Tal vez lo pueda intuir desde la sombra otro suicida. Alguien que ha pensado en lanzarse a esos abismos o que alguna vez lo intentó, o tal vez aquella que piensa en la muerte como esperanza redentora.
-Y a veces digo: Apiádate señor de mis sombras, mis delirios, mis tormentos y temores porque en la urdimbre interna de mis fragmentos solo tú me has salvado-
Decía Miyó en su poema Valiente ciudadano casi implorando: "...ven conmigo al cine Sr..." Es un poema desgarrador casi no se puede leer sin llorar. Se palpa el dolor, se siente la soledad, la necesidad del encuentro con Dios y a la vez la desnudez de una confesión anticipatoria.
¿Pero, cuántos y qué clase de mundos hemos construido y cómo liberarnos de esa necesidad de fuga, de la entrega al vuelo de la muerte enamorada que ronda entre nosotros?
¿Qué pregunta se habrá hecho Miyó esa noche del rivotril?
¿ O tal vez la siempre recordada Marilyn Monroe a la espera, siempre a la espera del amor?
¿Y cuántas noches habrán pasado antes de esa decisión?
Me pregunto si será posible evitar ese destino trágico o si más bien será un destino liberador.
Tal vez sería maravilloso complacerla en sus gustos y escuchar a Vinicius de Moraes o a Gal Costa antes, siempre antes de cumplir con el ritual.
¿Habrá alguna marca espiritual para el que quiere partir por voluntad propia como quien emprende un viaje al lado de una amante insaciable prometiendo paisajes maravillosos.
¿Se podrá convencer a la muerte de lo contrario, decirle que se quede a disfrutar de la vida, que se quede a hacer el amor?
¿Es que acaso esta vida tal y como es puede ser encantadora, hipnotizadora, como un ser amado reencontrado al cual tememos perder nuevamente, en otro siglo, en otro tiempo?
¿Será posible evitarlo?
No hemos podido dejar de lado estas preguntas que nos explotan entre las manos después de ver sus fotografías, leer sus poemas, caminar un poco con ella por su tránsito de fuego.
Aquí les dejamos a ustedes un homenaje a quien reclama desde el más allá amor en su poesía -con una granada en la boca- diciendo lo que veía y sentía sin adornos, nada más.
Siempre nos corresponde la certeza de avanzar con la poesía venezolana hacia un destino veraz y trascendente, por ello hemos querido colocar sus poemas en varias voces para abrazar amorosamente su espíritu adolorido.
Es una poeta cuya presencia espiritual sigue aún muy vigente con una gran fuerza, al leerla podemos sentir una palabra sincera y filosa que estalla como la lava de un volcán e inevitablemente nos quema.
Y ahora no podemos dejar de mencionar que nuestro querido amigo Jaime Figueróa encargado de todo el proceso técnico y creativo de este blog y de las redes murió después de trabajar esta nota que ahora yo intento terminar con mucha dificultad sin su presencia sólo pasaron unos dias después de este escrito y su despedida.
¿Qué diría Miyo? Bueno, alcemos estas copas de vino tinto, saltemos al vacío de los convocantes de la amistad y del amor. Sigamos hasta donde nos sea posible.
R.M.T.B.
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Desconocemos la autoría de la imagen
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MI ENCUENTRO CON MIYÓ
VESTRINI
Recuerdo la sencillez casi tímida
de su gesto femenino, y su juvenil vestido de algodón a diminutos cuadros
azules. En mi memoria se dibuja su cuello blanco, que se doblaba moviendo su
cabeza a los lados, cada vez que decía algo. Yo estaba obligada a guardar
discreto silencio, porque se trataba de un encuentro entre ella y Marisa
Vaninni, para quien trabajaba yo entonces como ghost writer, en sus
traducciones, ponencias y narraciones.
Me sorprendió la suave voz de
Miyó y su sonrisa entre pícara y melancólica.
Eran los años setenta y la poeta lucía
un atuendo alegre y el pelo corto, que se veía suave y ondulado. Tras los
lentes gruesos una mirada escrutadora me tocaba a veces, mientras en todo el
espacio flotaba el tibio aroma del cigarrillo.
De vuelta la profesora Vaninni me
explicó que ella era una excelente poeta, por la cual sentía profunda lástima,
porque se había visto obligada a desprenderse de su hijo mayor y muy pocas
veces podía verlo.
Cuando unos años después supe la
noticia de su fallecimiento, en seguida lo atribuí a esta desventurada circunstancia
de su vida. Recuerdo que recibí la noticia en el Vecchio Mulino, de labios del
querido poeta Luis Camilo. Guevara, quien se veía desolado.
Fue entonces cuando yo, siempre
centrada en mis crónicas de Él Nacional y en mi primera novela, me interesé en
leer la poesía de Miyó.
Me estremecieron sus poemas
sensuales, desgarrados, profundamente femeninos, cuestionadores, denunciantes
de un sistema que, si bien golpeaba al hombre en su mentalidad y en sus anhelos,
aplastaba a la mujer y exprimía todas sus cosas buenas y bellas, dejando solo
un bagazo, cribado ya su espíritu y todo su ser.
En su tiempo pocos pudieron
entender y disfrutar esos versos punzantes y dolorosos. El machismo literario
que impregna nuestro país se encargó de hacerla a un lado. Y la política
cultural de la época le dio el puntillazo, al tildarla de panfletaria, como
cualquier literatura que no se plegara a los estándares del momento.
Mercedes Franco
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Salvador Garmendia Imagen tomada del CENAL-Centro Nacional del Libro de Venezuela.
Adivinador de Palabras. Entrevista imaginaria a Miyo Vestrini.
Miyó Vestrini (Marie-José Fauvelle Ripert)1938-1991,) poeta franco-Venezolana y Martha Kornblith, poeta peruana-venezolana, 1959-1997.
Miyó Vestrini kenningeditions
Poeta Emiro Colina. Poesía en vídeo
Poeta Freddy Manuel
Gabyrouge.teatro ¡Feliz día internacional del teatro! ¡Este año lo celebro con Miyó Vestrini! "Soñé que me coloqué tu camisa para salir a la calle y dejé la mía tendida en el patio". ¡Gracias por traerme imágenes tan poderosas Miyó, gracias por haber tocado mi puerta y por darme el más grande de los premios: tu presencia!
Historias, historias, chillaba el padre, sobre la mesa la madre ha puesto el pollo frito y las tortas de harina, afuera, el calor hace chillar el portón de metal y, desde la plaza, los muchachos silban a Giovanna. Ella no sabe aún que tendrá que esperar más de un año para que la inscriban en la escuela del pueblo y la lleven a saludar al dueño de la botica.
En el autobús Giovanna ha visto el gesto del anciano cuando escupe una gruesa y roja saliva en un vaso de cartón y trata de vaciarlo por la ventana. El viento abate sobre Giovanna el líquido viscoso que ahora resbala en su brazo. La madre grita furiosa mientras limpia a Giovanna un pañuelo blanco y agua de colonia. El viejo se voltea para mirarlas: Giovanna se ríe con él, sucio y desdentado, con ese azul impreciso que tienen los ojos de los viejos. Llegan, la madre le cuenta todo al padre y termina llorando, preguntando otra vez cuándo nos iremos de aquí, cuándo regresaremos a Europa a celebrar la Pascua Florida. Desde la plaza los muchachos silban a Giovanna, de nuevo, y ella los mira, riendo y haciendo gestos. Giovanna llora y se pasa la lengua, allí donde el viejo la había escupido.
(De Las historias de Giovanna)
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Poeta Libeslay Bermúdez León
Lectura de un fragmento de "Giovanna" de Miyó Vestrini
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