80.SAEL IBAÑEZ: ALGUIEN QUE NO SE FUE…
Peña Literaria Sinenomine
SAEL IBAÑEZ: ALGUIEN QUE NO SE FUE.
"Tal vez haya sido por partes, pero les di lo mejor de mí”
Jim Morrison
Sael Heriberto Ibañez (Camaguán, Guárico 12 de
mayo de 1948 – Caracas 12 de agosto de 2020)
Poeta y
escritor venezolano. Autor de títulos como La Noche Es Una Estación (1990) y El Club De Los Asesinatos Particulares (1996). Ibáñez ganó el Premio de la
Bienal Literaria de la UCV y el Premio Municipal de Literatura. Participó en el
jurado del Premio Nacional de Literatura y del Premio Nacional de Cuento “Jorge
Gaitán Durán” (Norte de Santander, Colombia). Además, los libros Descripción De Un Lugar (1973), A Través De Una Mirada (1978), Vivir Atemoriza (2003) y ABC de la Intuición (2007), y fue coautor de Las Esculturas de Caracas (1994). Fue seleccionado para integrar la
antología de relatos Morir en Latinoamérica (Hiperión) y para ser traducido
al inglés junto con otros autores venezolanos contemporáneos en el libro Translation
(Nueva York, 1994)
El simple hecho de caminar entre las
estanterías de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Nacional, ya era de por
sí una experiencia extrasensorial. Ocurría por momentos , una especie de
desdoblamiento cuyo objetivo era alcanzar una comunión con esos autores
centenarios y sus obras. Pero dentro de ese mundo extraordinario, alguien se
convirtió en una especie de figura tutelar, cuya égida fue la guía para que lo
que se suponía otra Unidad Administrativa dentro de la Institución, se
convirtiera en un semillero de pasiones por la historia y la literatura.
Sael, quien detrás de su escritorio, como Director de la Colección, arropaba el recinto con una personalidad única. Risa estentórea, con cuentos que se trajo de Camaguan, del Seminario, de la Renovación Universitaria, de aventuras europeas, de tascas y vivencias que luego plasmó en el papel. Después vino su nombramiento como Director General de la Biblioteca Nacional, y nunca hubo distancias, nunca hubo miradas por encima del hombro. Siempre fue el mismo, jamás dejó de ser el mismo. Llanero risueño, generoso con sus amigos, dicharachero y sincero. Cualquiera hubiera pensado que se había prohibido así mismo pasar como un introvertido sacerdote, condición que, gracias a Dios, quedó truncada al abandonar el Seminario de Calabozo. Pero al mismo tiempo, quienes lo conocimos nos dimos cuenta de la profundidad de su ser interior, el cual lo hacía cultivar una sutil introspección que explotaba en cada una de sus narraciones y poemas.
Pero en esa vida de letras hubo un culmen. Un abrazo que alcanzó a un grupo de escritores y los juntó para compartir vivencias e historias: la Peña Literaria Sinenomine, la cual fue para quien escribe, su Magnus Opus. No sólo cubrió con diligencia y trabajo el vacío que dejaron Alborada, Grupo Viernes y El Techo de La Ballena con sus desapariciones, sino que marcó un punto y aparte dentro de las luchas diarias de aquellos que queremos sembrar de historias, los pasos tercos y dignos de los escritores venezolanos contra el olvido.
En su mundo literario, el desdoblamiento de la personalidad, diálogos internos, caminatas etéreas en ciudades solitarias, fortalezas y debilidades humanas, actuaron como unidad constante. Era un poco de todo, como pequeños trozos de él mismo que Sael nos entregaba. Aunque aquella pluma de los llanos ya no está físicamente, más bien me gusta pensar que se fue de viaje a su Camaguan, porque extrañaba a los esteros y a sus atardeceres.
Nicolas Requena
Postergación
Si de entregar se trata
No deseo retrasar la hora
Si todavía hay oportunidad
En la liviana luz de la tarde
Ella me guiará a proferir
Palabras de entrega
No deseo sostener sobre mis hombros
Una carga que ya no me pertenece
Si a otro le es dada la postergación
También la resignación
A mí que me ofrezcan el desvío,
La insinuación y una salida al
descampado
Donde pueda colocar los atuendos de mi
señorío,
Para ser recogidos por los emisarios
De un reinado feliz
Sael Ibáñez
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