62.ORIGEN DOCUMENTAL DE LA BIBLIOTECA NACIONAL DE VENEZUELA
Salón sur-oeste de la antigua sede de la Biblioteca Nacional, ubicada entre las esquinas de San Francisco y La Bolsa en Caracas (c. finales del siglo XIX).
Origen documental de la Biblioteca
Nacional de Venezuela
David R. Chacón Rodríguez
Etimología:
El término biblioteca proviene del griego biblion - libro y thekes
-caja, lo cual puede traducirse como el lugar donde se guardan los libros.
Antecedentes:
Las primeras tentativas para fundar una
biblioteca en Venezuela se deben a Francisco Javier Ustáriz quién en su afán de
mejorar la instrucción, propone la creación de una pequeña biblioteca con las
obras que recomienda y además ofrece sus servicios para recolectarlas.
Esta idea se ve ampliada en una hoja
impresa, que según el erudito profesor Pedro Grases se publicó entre 1810 y
1811. Lleva por título: Pensamiento sobre una biblioteca pública en
Caracas, firmada por el eminente jurista Juan Germán Roscio. En ella se
señalaba que:
Si la ilustración general es uno de los polos de nuestra regeneración
civil parece superfluo demostrar la utilidad de semejante establecimiento;
todos la conocen; todos la desean; y por consiguiente debe esperarse que todos
contribuyan a fomentar un proyecto tan laudable y necesario.
En este concepto, parece que podría
llevarse a cabo el plan siguiente:
El Pueblo de Caracas ha demostrado ya suficientemente
que está pronto a sacrificar su vida, su comodidad, y sus bienes para promover
y sostener todo cuanto pueda contribuir a consolidar la resolución que tomó el
19 de abril; todos deben instruirse para servir a la patria con la utilidad que
desean, y ella merece; y por consiguiente no debe esperarse que rehúsen una
suscripción, los que miren el establecimiento de la biblioteca como el único
medio de propagar la ilustración.
El cálculo más compatible con la pronta
realización del provecto, y la facilidad de la contribución ha parecido ser el
de 50 pesos por una vez para la instalación de la biblioteca, y una suscripción
permanente de 10 pesos anuales, para su entretenimiento y el de un
bibliotecario moderadamente gratificado. Los que suscriban por las expresadas
cantidades en libros o en dinero compondrán el cuerpo de accionistas
bibliográficos; sin que por esto se rehuse ni deje de apreciarse el donativo
patriótico que en cualquiera cantidad ofrezcan los demás ciudadanos, como que
con él, o sin él, tendrán todos derecho a gozar los beneficios del
establecimiento. Aquellos sujetos que estén en el caso de poder dar un impulso
más rápido al proyecto, y extendiesen su donativo hasta 5oo pesos en libros o
en dinero, se llamarán Patronos del establecimiento; compondrán la. Junta de
Gobierno, economía v Administración, y tendrán derecho de elegir los empleados
en la biblioteca. Los accionistas bibliográficos y los patronos tendrán derecho
a concurrir a la lectura de los papeles públicos de Europa, que se tendrán en
pieza distante de la biblioteca, para que la conversación no interrumpa la
lectura.
Todos los ciudadanos, sin distinción de
clases, tendrán derecho de concurrir a leer a la biblioteca, diariamente desde
las 8 de la mañana hasta las 2 de la tarde, excepto los domingos, días festivos
y jueves. Nadie será admitido con capa, y a todos se suministrará tintero,
pluma y papel, para extractos, o apuntes. El que propone el pensamiento ofrece
contribuir a él con cerca de 1000 volúmenes que posee de obras selectas de
ciencias v literatura, en los idiomas más usuales de la Europa. Los que quieran
suscribirse de cualquier modo lo harán al respaldo de este prospecto,
enviándolo a la Secretaria de Estado.
Apruébase.
ROSCIO[1].
Como se puede observar en el texto, el
autor de la iniciativa ofrecía como base de la biblioteca mil volúmenes, que
eran en ese tiempo una formidable colección, “de obras de ciencia y literatura,
en los idiomas más usuales de la Europa”. En el aviso se invita a la
suscripción, en pesos o en libros, para llevar a cabo la empresa, en dos tipos
de colaboradores: Accionistas bibliográficos y Patronos del Establecimiento[3].
Es una hoja impresa por una sola cara.
32 x 26,5 cm.
Está sin fecha ni pie de imprenta,
aunque parece ser probablemente publicado por el taller de J. Baillío y Cía.
El documento está firmado por Juan
Germán Roscio, como Secretario de Estado, por lo que cabe colegir que se
imprimió en 1810.
Este proyecto fue tratado también por
el Consulado de Caracas en su sesión de 15 de junio de 1810[4].
Sobre su datación, el
maestro Grases afirma: El oficio de Luis López Méndez,
dirigido al Secretario de Estado, de fecha 8 de marzo de 1811, permite fijar
con cierta seguridad la fecha de este impreso. Avisa recibo de las
comunicaciones de la Junta de Caracas, datadas en Caracas a 1.° y 7 de
diciembre de 1810 y 9 de enero de 1811, “con las Gazetas y demás papeles que
los acompañan”. Se refiere luego a que queda “impuesto de las miras de ese
gobierno sobre el establecimiento de una biblioteca pública; me he valido de
una persona que reúne los conocimientos necesarios para la formación de una
lista que espero remitir en la próxima oportunidad”[5].
Lamentablemente la guerra hizo que se
postergara su ejecución. Otro intento lo realiza El Libertador en 1814, cuando
ordena a su Secretario de Hacienda, Antonio Muñoz Tébar, la formación de una
biblioteca pública con los libros retenidos por el Comisario de la Inquisición,
Miguel de Castro y Marrón. El encargo de recolectar las obras se le asignó al
Doctor Carlos Arvelo.
Establecimiento:
El primer decreto de Creación de la
Biblioteca Nacional de Venezuela data del 13 de julio de 1833 y se debe
fundamentalmente a los Doctores Andrés Narvarte, Antonio Leocadio Guzmán y
Diego Bautista Urbaneja.
Sus primeros fondos procedían de las
bibliotecas de los conventos extinguidos y después se enriqueció gracias a las
donaciones recibidas de algunas intelectuales Liceo y las compras hechas por el
mismo gobierno. Al final del expediente se inserta el listado de las diversas
obras que se requerían por su importancia. Muchos de estos libros fueron
comprados en el exterior, y otros en el país, vendidos por particulares, entre
los cuales figuran los del Señor Antonio Leocadio Guzmán, José María de Rojas,
Claudio Viana, Valentín Espinal, José Julián Ponce, N. Mathiew, Francisco de
Paula Pardo y Julián García, a quienes la Junta Consultiva de Hacienda les
expidió contra la Tesorería Principal de Caracas, sus respectivas órdenes de
pago. No sabemos si la intención de Antonio Leocadio Guzmán era intensificar la
formación intelectual de los moradores de la provincia, o su fundación obedece
a un interés particular, pero es llamativo observar que él es el primero en
lucrarse con la venta de parte de su biblioteca.
El 25 de enero de 1850, el Presidente
José Tadeo Monagos emite un nuevo Decreto de creación, derogando el de 1833.
Réstanos ahora, para salvar del olvido, dar a continuación los nombres
de aquellos venerables ciudadanos que han tenido la enorme
responsabilidad de su conducción. Ellos son:
Rómulo Guardia
|
1849-1950
|
Pedro Guillén
|
1850-1857
|
Manuel Conde
|
1857-1858
|
Juan Vicente González
|
1858-1862
|
Montenegro Mendoza
|
1862-1863
|
José de Jesús Lucena
|
1863-1869
|
Felipe Larrazabal
|
1869-1874
|
Adolfo Ernst Bischoff[6]
|
1874-1889
|
Adolfo Frydensberg Meza
|
1889-1991
|
José Urbano
|
1891-1892
|
José Rafael Naranjo
|
1892-1893
|
Adolfo Frydensberg Meza
|
1893-1898?
|
Simón Barceló
|
1898-1901
|
Vicente Velutini
|
1901-1903
|
Manuel Landaeta Rosales
|
1903-1908
|
Ramón E. Albarracín
|
1908
|
Manuel Carreyó Luces
|
1908-1909
|
Jesús María Paúl
|
1909-1911
|
Ulises Anselmi
|
1911-1912
|
Pedro Arismendi Brito
|
1912
|
Juan Vicente Camocho
|
1912-1913
|
Manuel Segundo Sánchez Auló
|
1913-1914
|
Rafael Requena
|
1914-1915
|
Manuel Segundo Sánchez Auló
|
1915-1921
|
André Eloy de La Rosa
|
1921-1922
|
José Eustaquio Machado
|
1922-1933
|
José Eugenio Pérez
|
1933
|
Luis Márquez
|
1933
|
Horacio Chacón
|
1933-1936
|
Caracciolo Parra León
|
1936
|
Cristóbal Benítez
|
1936
|
Luis Manuel
Urbaneja Achepohl
|
1936-1937
|
Enrique Planchart
|
1937-1952
|
Lucila Luciani Eduardo de Pérez Díaz
|
1952
|
José Moncada Moreno
|
1953-1958
|
Pedro Pablo Grases González, en español – Pere
Pau Grases i González, en catalán.
|
1958
|
Felipe Massiani González
|
1959-1964
|
Luis Barrios Cruz
|
1964-1969
|
Blanca Álvarez Freitez
|
1969-1974
|
Graciela Lovera de Mantellini
|
1974
|
Virginia Betancourt Valverde
|
1974-1999
|
Alfonso Segundo
Quintero Restrepo
|
19 de
marzo de 1999-15 de febrero de 2001
|
Saadia
Sánchez Vega
|
15 de
febrero de 2001-29 de mayo de 2002
|
Heriberto
Saél Ibáñez Materán
|
29 de
mayo de 2002- 10 de abril de 2003
|
Arístides
Medina Rubio
|
10 de
abril de 2003-24 de marzo de 2008
|
Fernando
Báez[7]
|
24 de
marzo de 2008[8] –11 de diciembre de 2008
|
Ignacio
Andrés Barreto Esnal
|
11 de Diciembre de 2008[9]-Septiembre de 2010
|
Humberto
José González Silva
|
Septiembre
de 2010- 7 de junio de 2013
|
Luis Edgar Páez Pérez
|
julio de 2013-19/11/2014
|
Sady
Arturo Loaiza Escalona
|
19/11/2014[10] a
sept. de 2018
|
Ignacio
Andrés Barreto Esnal
|
19 de
septiembre de 2018[11], en funciones
|
[1] Roscio, Juan Germán.: “Pensamiento
sobre una biblioteca pública en Caracas”.
En: Roscio, Juan Germán, (1763-1821).:
Obras / Juan Germán Roscio; prólogo de Augusto Mijares; compilación de Pedro
Grases. - Caracas: Secretaría General de la Décima Conferencia Interamericana,
1953. - 3 v.: il.; facsíms., retrs.; 24 cm.- Publicaciones de la Secretaría
General de la Décima Conferencia Interamericana: Colección Historia; no. 7-9.
Incluye referencias bibliográficas e índices. Contenido completo: v. 1 El
triunfo de la libertad sobre el despotismo - v. 2 Textos político - v. 3
Correspondencia.
[2] Existe un ejemplar en la Biblioteca
Nacional, Caracas; y en el Public Record Office, Londres —W.O. 1/107, p. 193).
[3] Grases, Pedro (1909-2004): La
tradición humanística/ Pedro Grasses.
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