59. A UN SAMAN. ANDRÉS BELLO
Foto Jaime Figueróa
El Samán de la Trinidad, árbol bicentenario descendiente de El Samán de Güere, bajo el que Bolívar compartía con sus maestros Simón Rodríguez y Andrés Bello.
A UN SAMAN
ANDRES BELLO (1781-1865)
Árbol bello, ¿quién te trajo
a estas campiñas risueñas
que con tu copa decoras
y
tu sombra placentera?
Dicen que el dulce Dalmiro,
Dalmiro
aquel que las selvas
y de estos campos los hijos
no
sin lágrimas recuerdan,
compró de un agreste joven
tu
amenazada existencia;
en este alcor, estos valles,
viva
su memoria eterna.
Del huérfano desvalido,
de
la infeliz zagaleja,
del menesteroso anciano
él
consolaba las penas.
Extiende, samán, tus ramas
sin
temor al hado fiero,
y que tu sombra amigable
al
caminante proteja.
Ya vendrán otras edades
que
más lozano te vean,
y otros pastores y otros
que
huyan cual sombra ligera;
más del virtuoso Dalmiro
el
dulce nombre conserva,
y dilo a los que pisaren
estas
hermosas riberas.
Di, ¿de tu gigante padre,
que
en otros campos se eleva,
testigo que el tiempo guarda
de
mil historias funestas,
viste en el valle la copa
desañando
las tormentas?
¿Los caros nombres acaso
de
los zagales conservas
que en siglos de paz dichosos
poblaron
estas riberas,
y que la horrorosa muerte,
extendiendo
el ala inmensa,
a las cabañas robara
que
dejó su aliento yermas?...
Contempló tu padre un día
las
envidiables escenas;
violas en luto tornadas,
tintas
en sangre las vegas;
desde entonces solitario
en
sitio apartado reina,
de la laguna distante
que
baña el pie de Valencia.
Agradábale en las aguas
ver
flotar su sombra bella,
mientras besaban su planta
al
jugar por las praderas.
Del puro Catuche al margen,
propicios
los cielos quieran
que, más felices, no escuches
tristes
lamentos de guerra;
antes, de alegres zagales
las
canciones placenteras,
y cuando más sus suspiros
y
sus celosas querellas.
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